Una jovencísima Isabelle Huppert encarna a Nelly, la mujer independiente que reivindicaban los entornos feministas que hoy en día copan las escalas más altas de la política dando espaldarazo a los verdaderos problemas de la opresión (que exceden al problema de género).
Nelly despierta de su acomodada vida junto a un enriquecido burgués, a raíz de conocer a Loulou (Gérard Depardieu), que es un hombre ocioso que flirtea con la delincuencia colaborando en el robo de mercancías, pero que, literalmente en palabras de Nelly, “folla muy bien”.
Al final, la protagonista se queda embarazada y decide abortar porque acaba imponiéndose su conciencia burguesa plagada de prejuicios y estereotipos sociales.
Respecto al estilo cinematográfico, Loulou bebe del cinéma-vérité en más de una secuencia. Por ejemplo, en la filmación del almuerzo en la casa de la madre de Loulou. Estamos tan saturados de este asistemático y arbitrario estilo cinematográfico a través del vídeo casero, que en alguna ocasión nos perece estar viendo las últimas vacaciones en el pueblo, con abuela incluida, el reality-show de turno o Callejeros.
La película es cíclica, al menos por lo que la primera y la última secuencia nos cuentan: 1) En la primera secuencia vemos a Nelly caminando sola hacia la cámara, en movimiento de travelling hacia atrás; y 2) En la última secuencia, con la cámara en plano fijo, vemos a Nelly junto a Loulou alejarse por un callejón. Sin embargo, el resto de secuencias reflejan contradicciones y la "anarquía" propia del cine vanguardista (Godard especialmente): a secuencias resueltas de forma completa, se contraponen otras que se cortan antes de tiempo, y otras que se dilatan tal vez de forma gratuita, por ejemplo la secuencia de los protagonistas en la discoteca.
En definitiva, Loulou es una de esas películas inconfundiblemente francesas, que han quedado como muestra gráfica de interés para sociólogos, documentalistas y cinéfilos franceses.
Aburrida para personas inquietas.
Nuria Celma Crespo
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