BOLETÍN DE CINEMATOGRAFÍA INDEPENDIENTE * EDITORES: ERIC BARCELONA & JOSÉ ANTONIO BIELSA * COLABORADORES: JAIME AGUIRÁN, MARÍA PILAR BIELSA, NURIA CELMA, HÉCTOR CONGET, JORGE VARGAS, COLECTIVO CINEMA89 - BARCELONA / ZARAGOZA


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21.7.10

LA PUBLICIDAD ES EL DEMONIO (Artículo) por Héctor Conget Vicente



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¿Quién no ha sentido alguna vez la ardiente llamada del Señor de la Luz Oscura? Déjenme servirme de sus estratagemas para atraer su atención hacia lo que se agita bajo la superficie; aquí no se vende ni se compra, no se rebaja ni se regatea. Tenemos un respeto por el demonio que no tenemos por la publicidad, pero con malicia esperamos que hayan mordido el anzuelo y no puedan dejar de leer ya hasta la última línea.

Me incorporo a este equipo de Cine y Revolución con muchas ganas de tejer ilusiones que nos permitan asomarnos a esas realidades que sólo se pueden percibir a través de la lente del pensamiento escrito, que permite ensimismarse lo suficiente como para reflexionar sobre las cosas más familiares.

Sucedió que durante una larga temporada había estado enmimismado con un proyecto personal que requería bastante aislamiento, por lo que tal vez la historia que voy a contar me atrapase con una desmesurada intensidad. De cualquier otro modo, no estaría escribiendo esto.

Todos conocemos el soporte digital Youtube, infinito y plagado de curiosidades. En una ocasión me topé con un vídeo (del que no me sale de los bajos dar el nombre) en el que se planteaba un nuevo deporte: un grupo de jóvenes rebeldes en su rutina y en su gusto para vestir habían descubierto, por casualidad, que al acercarse a un lago con la suficiente velocidad, podían llegar a dar dos, incluso tres pasos antes de hundirse en el agua. A raíz de dicha revelación (no faltaba en el montaje del vídeo un muñecajo de Jesucristo, de esos que cuelgan de los espejos retrovisores de los coches) se comprometen a desarrollar el potencial filosófico de la cuestión; deciden inventar un deporte nuevo cuyo sustento ontológico será la autosuperación, la lucha contra los límites que se nos imponen desde fuera. Una empresa nada despreciable: vencer a las leyes de la física, con la ayuda de Dios.

Para llevar a cabo tan seductora empresa no hacían falta más que un puñado de elementos:

Uno, la voluntad; la capacidad para convertir lo imposible en improbable y no desfallecer en el intento.

Dos, la técnica; la observación de cómo se comportan otros cuerpos sobre el agua –los cantos de río planos que rebotan o una grabación en la que muestra una gota de agua que rebota sobre una superficie acuosa antes de romperse- desemboca en una metodología: entrar en el lago ligeramente inclinado, en curva, y dar pequeños pasitos, imitando el movimiento de una máquina de coser.

Tres, los medios; además de propulsarse con una moto de agua para alcanzar la máxima velocidad en tierra, proponen enfundarse zapatillas fabricadas con materiales aislantes, que repelan el agua.

El vídeo concluye con un hito: aplicando las tres premisas anteriores consiguen (uno de los “surferos locos” lo consigue) dar siete u ocho pasos antes de hundirse en el lago, lanzando así un desafío al mundo entero: superadlo si podéis, superad vuestros propios límites.

Llámenme ingenuo, pero me impresionó considerablemente la propuesta -y no fui el único; el blog que habían creado adjunto al vídeo había recibido numerosas respuestas en forma de grabaciones caseras-. El buen tiempo se aproxima, pensamos todos nosotros, y lo único que necesito son ganas y unas buenas zapatillas aislantes para entrar en el juego.

Pero el juego no era el que creíamos. Ahora, al escribir sobre ello, me doy cuenta. Los surferos majaderos usaban una marca muy concreta de zapatillas (que no me sale del hígado nombrar) a la que daban las gracias por el patrocinio de su actividad deportiva. Esa marca aparece en tu mente desde el momento en el que te planteas la posibilidad de practicar el deporte, cosa lógica, por otra parte, pues los inventores la utilizan con buenos resultados.

Le comenté la existencia del vídeo a mucha gente, con la idea de compartir impresiones. Una de esas personas es José Antonio, el que me ha invitado a colaborar en esta página. Escribiendo sobre ello, al pretender transmitirlo, me lo planteé todo de nuevo: ¿andar sobre el agua? Revisé el vídeo de nuevo y descubrí cuál era el juego realmente: en la página oficial de esa marca de zapatillas se podía leer un comunicado en el que reconocían que todo había sido una “broma”, que, si bien sí habían fabricado un nuevo modelo de zapatillas que repelía el agua, aún no permitían caminar sobre el agua. ¡Qué ocurrencias!

Los surferos radicales eran en realidad directivos de la marca en cuestión y la “broma” era una cuidadísima campaña de lanzamiento del producto, que se aprovechaba de las redes sociales de Internet para optimizar la relación gastos/beneficios, pues las zapatillas no tenían un precio muy elevado.

Arderán en el Infierno por sus mentiras, pero mientras se rascarán con la mano las barrigas.

¿Los surferos pendencieros son también altos directivos? A algunas de las personas a las que comenté la jugarreta les pareció una estrategia comercial “muy original”. El problema, creo yo, reside en la inversión de los valores. Si nos fijamos en los elementos mencionados arriba –voluntad, técnica y medios- , que constituyen el discurso del vídeo, nos damos cuenta que se trata de un espejismo. Los medios, que deben servir a mejorar la técnica y, en última instancia, a dar alas a la voluntad, al individuo, son en realidad lo único real de todo el tinglado. Ellos mismos lo dicen: es todo una broma. Ni son deportistas, ni pretenden forzar sus propios límites, ni han conseguido (¡por el amor de Dios!) caminar sobre las aguas. Eso sí, las zapatillas puedes adquirirlas en cualquier tienda de deportes de tu ciudad. La Voluntad se desvela entonces como Manipulación de las Conciencias, la Técnica no es más que un Truco digital, y los Medios son en realidad los Objetivos: vender zapatillas. Esa es la filosofía, ahora desnuda ante nosotros. Vender zapatillas.

“¿Qué hay de malo en querer vender zapatillas?” alguno podría replicar. Pues nada en absoluto, mientras quede claro que lo que se pretende es vender zapatillas.

La frontera entre la publicidad de calidad y la engañosa es la misma que entre la política honesta y la fraudulenta, que entre el cine comercial y el cine como medio de reflexión sobre la condición humana.

“¿Qué hay de malo en hacer cine comercial?”. Nada en absoluto, mientras la mitad del presupuesto de la película no se destine a contratar a un ejército de críticos surferos que pretendan convencernos de que esas películas contienen las esencias más rancias del auténtico arte cinematográfico, a golpe de premio o de entrevista, según la lógica satánica antes descrita: si la película es tan grande, si ha tenido tanto éxito, por algo será; que el público no es imbécil…
¡era broma!

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Héctor Conget Vicente
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