BOLETÍN DE CINEMATOGRAFÍA INDEPENDIENTE * EDITORES: ERIC BARCELONA & JOSÉ ANTONIO BIELSA * COLABORADORES: JAIME AGUIRÁN, MARÍA PILAR BIELSA, NURIA CELMA, HÉCTOR CONGET, JORGE VARGAS, COLECTIVO CINEMA89 - BARCELONA / ZARAGOZA


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15.5.10

MISERIAS DEL CINE (nº 2): Spielberg, mercado y dólar



Trafica con miles de millones de dólares, de vidas y de seudoconciencias. Su nombre es Steven Spielberg. De sobra conocida es su silueta, su filmografía, las nefastas consecuencias de su actividad industrial. Mercader que no cineasta, construye sus artefactos sobre la bacteriana superficie de sus cuentas bancarias: allí donde miles de pares de manos cuentan los fajos de billetes relucientes o grasientos, allí, repetimos, cuajan y reptan las ideas que dan forma a sus emplastos en forma de películas.

Lo que nos proponemos demostrar en este breve escrito en absoluto polémico es reivindicar una vez más a este hombre como uno de los grandes fraudes de la mal llamada Historia del Cine, en verdad industria cinematográfica. Su naturaleza judaica no engaña a nadie: por sus venas fluye la sangre del mercader, del banquero chupóptero, del empresario que cuenta y recuenta sus monedas doradas acariciándolas con la punta de los dedos antes de devolverlas a la caja negra, haciendo de ellas punto alfa y omega de su vida enlutada.

Spielberg, durante varios lustros considerado uno de los genios máximos del denominado Séptimo Arte, no soporta hoy tal valoración, de puro obsoleta e inconsistente. Su filmografía no es otra cosa que un intento desesperado de querer hacer dinero, mucho dinero y en el menor tiempo posible. El mercader Spielberg, con toda su mediocridad e impotencia creativa, cede cualesquiera atisbo de inventiva al departamento de marketing, siempre dispuesto a vender su mercancía ponzoñosa del mejor modo posible. Spielberg, lejos de ser un director de cine, es toda una marca, empresa infalible dedicada a la venta de emplastos industriales.

Su cine, sometido a las crecidas y bajadas de la bolsa, de los golpes bajos de los accionistas impenitentes, no requiere de grandes analistas ni de mentes preclaras: es cine para las masas, dictatorial, fascista y cutre, sin valores estéticos dignos de mención, que ignora la inteligencia del público en beneficio de los bolsillos de su artífice, siempre bien llenos.

Pereza nos produce en verdad intentar hacer un repaso selectivo a su paupérrima obra fílmica...

De planificación bastante televisiva y puesta en escena casi inexistente, Tiburón es uno de los más llamativos filmes del mercader de marras: no cuesta mucho trabajo descubrir bajo la careta del tiburón al propio Spielberg intentando tragarse lo que le pertenece, lo que es suyo. Galería ridícula, golpes de efecto resultones, musiquilla de John Williams adecuadamente posibilista, todo encaja en el marco de esta astuta operación comercial.
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E.T., intento de cine fantástico dominado por el color azul… Sensiblería-dólar perfectamente integrada.
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Indiana Jones (1, 2, 3 y 4): paquete de estereotipos caducados, perfecto para aventureros de oficina, funcionarios felices y militares domesticados. Rastrera en verdad su apología del asesinato per se -véase la primera entrega, En busca del Arca perdida, en una de cuyas escenas se justifica un asesinato con el mero fin de que el público se carcajee un rato-.
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El Imperio del Sol confirma de nuevo que Spielberg no puede ser un mal llamado “clásico”… Pastiche de sentimentalismo blando, demagógico y mercantilista.
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Parque jurásico es todo menos una película: con ella Spielberg redescubre hasta extremos inusitados el artificio del bazar turístico. Mera excusa para hacer caja (casi 915 millones de $ recaudados en taquilla), por si acaso le fallaba aquella Lista de Schindler, no menos demagógica, nociva y balbuciente que el presente engendro, que tendría continuidad en otras entregas fabricadas con idénticos y no menos abyectos propósitos.
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Amistad, una de las mayores afrentas al entendimiento humano… El conflicto histórico deviene tebeo arbitrario y edificante apto para ignorantes sin reparos.
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Bajo su pretendida fachada de película bélica, Salvar al soldado Ryan es otra perfecta macedonia de nacionalismo violentista al servicio de la fiebre populista, el videojuego y la sangre coagulada.
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Munich no es sino un cretino intento de cine político devenido despropósito por su contradictoria naturaleza estética. Se pueden aceptar sus presupuestos ideológicos, pero la película en sí sabe a rancio, levantando toda ella sospecha, cinismo...


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CINE Y REVOLUCIÓN

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