
La película, producida en 1978, transcurre en la época actual, en un antiguo oratorio de una iglesia del siglo XI, donde ensayan los miembros de una orquesta sinfónica.
La acción se produce durante uno de los ensayos de una partitura de Nino Rota, que es la banda sonora de la película. Además de los músicos, el director de la orquesta y el copista de las partituras, presencia la sesión un representante sindical, que salvaguarda los intereses de los trabajadores de la música (como él les llama), de cualquier gesto déspota que pudieran ver en el director.
Unos periodistas irrumpen en el auditorio con el fin de realizar un reportaje televisivo. A medida que cada uno de los integrantes de la orquesta es entrevistado, estos comienzan a tomar una actitud de rebeldía que poco a poco irá caldeando el ambiente, hasta que, tras entrevistar al director de la orquesta, se desata el desorden y la revolución.
La acción se produce durante uno de los ensayos de una partitura de Nino Rota, que es la banda sonora de la película. Además de los músicos, el director de la orquesta y el copista de las partituras, presencia la sesión un representante sindical, que salvaguarda los intereses de los trabajadores de la música (como él les llama), de cualquier gesto déspota que pudieran ver en el director.
Unos periodistas irrumpen en el auditorio con el fin de realizar un reportaje televisivo. A medida que cada uno de los integrantes de la orquesta es entrevistado, estos comienzan a tomar una actitud de rebeldía que poco a poco irá caldeando el ambiente, hasta que, tras entrevistar al director de la orquesta, se desata el desorden y la revolución.

La orquesta, representando con armonía la partitura de Nino Rota, es la metáfora perfecta de las masas dirigidas por el poder de un príncipe, viejo todavía, que está reflejado en el papel del director de la orquesta.
El copista es el guardián de la tradición, algo así como el brazo armado del poder, el ejército del príncipe. Con las partituras que copia, garantiza la armonía, es decir, el viejo orden. Puede verse muy claramente esta idea cuando el copista es entrevistado. Añora con nostalgia “aquellos tiempos” en los que el poder era respetado y temido, cuando el castigo era impartido y aceptado, o incluso deseado.
La pérdida de la virtud del director, es el desencadenante de la sublevación de los músicos. ¡Con qué claridad lo expresa Fellini durante la entrevista! Le deja desnudo y vulnerable ante las cámaras. Así le hace perder la virtud. Durante un descanso del ensayo, aislado en una habitación, bebiendo champán caliente y tras haberse aseado, el director abre su interior. Éste, no es más que un heredero del poder, elegido por sucesión y no por elección, que, al no estar satisfecho con la igualdad cívica, se dió a la avaricia y a la ambición, superando a los demás en suntuosidad y lascivia y en cualquier clase de disipación**.
La multitud acaba perdiendo el temor y el respeto al director. No lo necesitan y lo derrocan. Es muy simbólico cuando colocan un metrónomo en su lugar. Es uno de los momentos más caóticos de la película. El descontrol es total. De pronto, un disparo, dos, tres... la gente calla, pero el edificio todavía sigue en pie. ¿Cómo derruirlo completamente, y empezar de nuevo? La solución de Fellini es radical. No la voy a contar. La arpista muere. Silencio...
Ha llegado el momento del Nuevo Príncipe. De nuevo el gobierno absoluto.
Nuria Celma Crespo
Zaragoza, 16 de diciembre de 2009
NOTAS
*Véase MAQUIAVELO, N., Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Alianza, Libro I, 2, pp.37 y 38.
**MAQUIAVELO, N., Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Alianza, Libro I, 2, pp. 36 y 37.
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